Salvador Franco Cravioto
Alabanza en boca propia no siempre es vituperio. Máxime cuando la meta de desarrollar y publicar un texto de la propia autoría se ve realizada. En 2020, el año de la pandemia por Covid-19, pero con ensayos previos a esta y al año en curso, decidí publicar de una vez por todas La luz del mediodía (Vozabisal, 2020), una colección de ensayos recientes que van desde la nota histórica a la reflexión sobre temas religiosos y espirituales, y por supuesto también -a lo largo de sus páginas-pedagógicos, políticos y de derechos humanos, siempre desde el subgénero del ensayo literario y en todo momento, como es natural en el género ensayístico, desde la muy particular perspectiva documentada y bien fundamentada del autor.
El libro parte de la inevitable reflexión histórica de nuestro origen y destino. A la respuesta de qué somos, en términos filosóficos, materia y consciencia, habrá que agregar datos de investigación científica para saber también de donde venimos, lo cual ayudará a enriquecer siempre toda respuesta posible acerca de la condición y la naturaleza humana.
Por otra parte, si seguimos el hilo conductor bien deliberado de los ensayos, desprenderemos que a través de las diferentes concepciones místicas, religiosas, y más tarde éticas de la humanidad, otra conclusión velada pero definitiva de la obra es que, los seres humanos, más que de otra cosa vivimos siempre de esperanzas. Tenemos esperanzas para todo y eso hace que nos sintamos vivos, como también que mantengamos el mayor tiempo posible la felicidad y la alegría de vivir.
Al igual que en mi primer obra ensayística, Dura veritas sed veritas, La sabiduría temprana (2013), similar a esta pero de una pluma varios años más joven, encontramos en sus líneas una tensión tormentosa y no pocas ocasiones contradictoria -muy propia de disciplinas como el Derecho, la Política o la Sociología- entre el ser y el deber ser.
Sin embargo, esta no es ni será la única tensión a la que se enfrente todo aquel que se aventure a pensar por sí mismo, a dudar, a matizar y a contrastar toda información que se le presente. Con sólo poner un pie para adentrarnos levemente en los terrenos de la educación, la política o de los derechos humanos, también hallaremos materia para debates no menos interesantes y apasionantes. Al final, la mejor y más respetable opinión será la de cada lector crítico que se esfuerce por tener ideas propias en un mundo que, visto con ojos de realidad y pragmatismo, tiende con frecuencia a limitar el perfeccionamiento del libre pensamiento, lo mismo que el desarrollo de una cultura mucho más científica y filosófica en la mente del ciudadano común.
Las opiniones vertidas en ejercicio de mi libertad de expresión son siempre a título personal. Por un mundo de paz y de respeto hacia toda persona, bienvenido el debate de ideas. ¡Que viva la diversidad y todo aquello que nos hace únicos!