Salvador Franco Cravioto
Regreso como columnista invitado luego de varios años de dejar de escribir en medios de Hidalgo. Agradezco al Diario Síntesis la oportunidad para retomar la pluma, fusil de la libertad de expresión y de la voz incontenible que se despliega a través de unas sencillas letras semanales que emanan de mi humilde sapiencia y mi propio entendimiento del mundo.
Las disciplinas sociales y humanidades son de por sí complejas, no son ni de cerca ciencias exactas. No pocas ocasiones su imprecisión e inexactitud, que le son propias y naturales, sirven de mucho a los poderosos para manipular al grueso de la población y realizar sus propias agendas, casi siempre elitistas y excluyentes.
De aquí que el valor del diálogo y el consenso en una democracia de calidad sean algo básico y fundamental. Sin embargo, esto es también difícil ante la escasa cultura política y educación cívica que existe; luego en vez de diálogo constructivo tenemos confrontación hostil, y luego de ella malos resultados en términos éticos y civilizatorios: menos entendimiento, mayor desconocimiento y una fuerte y creciente polarización social.
Llegamos a cometer el error de vernos como enemigos entre nosotros mismos. Nos olvidamos que la lucha no es entre personas buenas, sensatas y bien intencionadas que piensan diferente, sino de quienes creen fervientemente en el bien común y la solidaridad humana, frente a quienes quizás todavía promueven un egoísmo y un individualismo deshumanizante.
No obstante y en todo momento, para que las luchas del siglo XXI sean legítimas, cualesquiera de que se traten, habrán de ser necesariamente pacíficas. Sólo entonces serán éticamente válidas y podrán servir al ideal de construcción de una mejor humanidad, lo más objetivamente hablando, en la conciencia plena de que cuando se habla del mundo de lo social y humano, la objetividad -en términos absolutos- no existe ni es posible, aun cuando es y será en todo momento una aspiración permanente y deseable.
En una democracia de calidad e incluyente la mejor objetividad es quizás el consenso que se obtiene a través del diálogo y del acuerdo. Finalmente la democracia es un término polisémico que se ha concebido de cientos de formas, muchas de ellas a manipulación y a conveniencia, en diferentes sistemas políticos, lugares y momentos históricos; desde el poder, desde el ciudadano común y desde la academia.
Pero más allá de la aridez de la que puedan resultar los conceptos académicos o del simplismo de lo cotidiano, la voz de un columnista siempre será una realización de libertad de expresión escrita, de nuestro inviolable derecho de réplica y, sin lugar a dudas, de nuevos puntos de vista que aporten a la discusión de las ideas.
Las opiniones vertidas en ejercicio de mi libertad de expresión son siempre a título personal. Por un mundo de paz y de respeto hacia toda persona, bienvenido el debate de ideas. ¡Que viva la diversidad y todo aquello que nos hace únicos!