El reciente denominativo de Pueblo Mágico que recibió esta semana el municipio de Zempoala fue posible gracias a su gastronomía, a las haciendas que desde hace décadas se establecieron allí, a su cultura ganadera y su panadería y , por su puesto, al Acueducto Tembleque, obra que comparten Hidalgo y el Estado de México.

La arquería de este acueducto es considerada por expertos como una construcción excepcional, que mezcla la arquitectura hispana con el desarrollo artesanal del pueblo prehispánico.

Esta obra de ingeniería fue diseñada por fray Francisco de Tembleque, quien al llegar de España a la población de Otumba (Estado de México) detecto la apremiante necesidad de dotar de agua pura a la población indígena, pues el poco líquido disponible era acaparado casi totalmente por los ricos hacendados hispanos.

El religioso decidió entonces construir un sistema de arcadas elevadas y ductos subterráneos que permitieran acarrear el agua de un sitio relativamente cercano, Zempoala, que brota a espaldas del Cerro Tecajete, asombrosamente, a más de dos mil 850 metros de altura sobre el nivel del mar.

Quizá más difícil que el diseño de la obra debió ser para el fraile franciscano convencer a los aguerridos pueblos indígenas, muchos de ellos enemigos ancestrales, de trabajar en un beneficio común, pues un ramal del acueducto abastecería también al poblado de Zempoala.

A mediados del siglo XVI se iniciaron los trabajos, utilizando un apantle de caño o piedra basáltica –rica en la región-, con tezontle y cal. Contiene cajas de agua y areneros, para la extracción y filtrado del líquido.

Sin embargo son sus elevadas arquerías, seis tramos en total, lo que más llama la atención, aunque representan una pequeña parte del acueducto, que en su gran extensión corre de manera subterránea.

El primer tramo, Hacienda Tecajete, está conformado por 54 arcos que van ascendiendo desde ras del suelo hasta alcanzar una altura de 8.35 metros y una anchura de 1.4 metros.

La arquería Hacienda de Arcos, 14 de ellos, uniformes y con una extensión de 218 metros, cuenta además con un arenero, una caja de agua, un tanque elevado y un sifón.

La Arquería Monumental, en la barranca de Tepeyahualco, está formada por 66 arcos que cubren un total de 900 metros; a través del Arco Mayor, con una altura de 38.75 metros, cruza la vía del tren.

El Arco de Acelotla rompe el estilo de las arquerías que caracterizan a este acueducto, debido a que se ubica en un sitio de fuertes tormentas que provocan deslaves, lo que obligó a construirlo con una estructura tosca pero muy reforzada.

Integran la obra los llamados “arquitos”, el primero, el del Paraje San Pedro, que pese al diminutivo captura la atención por su imponencia al cruzar el arroyo de San Pedro, y el segundo, el del Paraje de San Marcos, el último de ellos.
Actualmente se trabaja en un proyecto de rehabilitación y conservación de esta obra, la que casi 500 años después sigue llevando agua de manantial de Hidalgo a poblados mexiquenses.