No vivimos en un universo material que va cambiando con el tiempo. Vivimos en un universo donde espacio y tiempo están entrelazados. Los nombramos por separado pero van siempre juntos.

Newton consideró la existencia de una fuerza de atracción entre cuerpos con masa. Einstein nos planteó que la gravedad no era una fuerza, sino una deformación en el espacio-tiempo, de la misma manera que una bola pesada colocada sobre una tela elástica horizontal se hunde y la estira. Los planetas y las estrellas deforman el espacio-tiempo. Así como una canica puesta sobre la tela deformada caerá hacia la bola pesada, nuestro planeta “cae” hacia el Sol. No hay entonces una fuerza que lo atrae, sino que se mueve en un espacio-tiempo deformado por la masa del Sol. Las trayectorias en ese espacio deformado no pueden ser líneas rectas, sino curvas.

Pero lo que se deforma por la presencia de planetas y estrellas no es sólo el espacio, sino también ¡el tiempo! El tiempo no transcurre de igual forma cerca de objetos muy masivos, sino que transcurre más lentamente en sus cercanías.

Todo esto que suena tan extraño es la imagen más real que tenemos del universo. Un universo donde la luz también deforma su trayectoria. Masa y energía no son más que dos caras de la misma moneda. Un universo donde hay objetos tan masivos que nada puede escapar de ellos, ni siquiera la luz: son los agujeros negros. La fusión de dos agujeros negros súper masivos es uno de los eventos más violentos del universo, y produce una intensa perturbación en el espacio-tiempo: una onda gravitacional.

Nada es instantáneo. Lo que ocurre en un lugar no es visualizado instantáneamente desde otro punto de observación. Los cambios no pueden ocurrir en todas partes a la vez, deben propagarse de un lugar a otro y la velocidad máxima con que pueden hacerlo es la velocidad de la luz, que recorre 300,000 kilómetros en un segundo. De esa manera se propagan las ondas gravitacionales que transportan información de los violentos cambios producidos por la fusión de los agujeros negros.

El 14 de Setiembre de 2015 fueron observadas por primera vez ondas gravitacionales. El Premio Nobel de Física de 2017 ha sido otorgado a Rainer Weiss y Kip S. Thorne, junto con Barry C. Barish, por su trabajo en la detección de ondas gravitacionales. Albert Einstein había predicho su existencia pero había considerado que su detección sería muy difícil. Ahora se ha logrado y nuevas puertas se abren para la investigación del fascinante universo de cuatro dimensiones en el que vivimos. Ojalá que estos descubrimientos sean usados para mejorar la vida de todos los seres humanos.

 

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